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Sobre símbolos y gestos

Un símbolo en un signo o gesto representativo de una idea. Pensamos en términos de imágenes. Cada pensamiento está identificado con una imagen relacionada con él. Cuando percibimos visualmente un objeto, tiene un significado directo o indirecto para nosotros. Si hemos experimentado antes el objeto, entonces estamos conscientes otra vez de la idea asociada con él. Aún si no hemos visto antes el objeto, puede tener identidad y significado para nosotros, si está inmediatamente asociado con el recuerdo de algo que en alguna medida, ha sido visto antes.

Por analogía, a través de un campo extenso vemos un objeto distante que es obscuro y largo, pero a la vez confuso. A pesar de que no estamos seguros acerca del objeto, pensamos que es una casa o un granero. Estamos recordando, por asociación, una experiencia similar cuando un verdadero granero o una casa, parecían indistintos a la distancia.

Supongamos que estamos pensando en temas abstractos tales como la belleza y el amor. La belleza en sí misma no es una cosa. Más bien es una cualidad relacionada con algo. Por lo tanto, al pensar en la belleza, recordamos aquello que para nosotros tiene la cualidad de la belleza. El amor tampoco puede estar desligado de un objeto que es amado, o de aquellos actos relacionados con la expresión del amor. Así mismo, no podemos pensar en las sensaciones de nuestras otras cualidades sensoriales como el oído, el tacto, el gusto y el olfato, sin recordar alguna imagen relacionada con ellos.

No hay nada que sea completamente original, es decir, una idea virgen. Una idea puede ser original en su complejidad, o sea, en la totalidad de los elementos que la componen, pero no en sus elementos separados. Por ejemplo, un inventor puede idear un aparato para llevar a cabo una función completamente nueva. Sin embargo, las cosas de las cuales está formado el dispositivo, son similares en alguna cualidad, tal como esencia, color o forma, a otras cosas que son conocidas.

Hay ocasiones en que no queremos que nuestros pen­samientos sean representados singularmente. En otras palabras, relacionarlos únicamente a un objeto, parecería muy restrictivo, no bastante general. Por analogía, volvamos a la idea abstracta del amor. Este es una emoción, pero amamos más de un objeto. Consecuentemente, ninguna sola cosa que amamos, puede realmente representar la extensión total de la emoción del amor. Nuestros ancestros consideraban al corazón como el centro de las emociones. Por lo tanto, trazaron un signo, un símbolo, de lo que ellos pensaron que era el corazón. Este significaba la emoción particular del amor, y más tarde otras emociones fueron también atribuidas a este símbolo.

Símbolos universales

Nuestro lenguaje escrito está compuesto de símbolos, palabras y combinaciones de letras, transmi­tiendo ideas de cosas tanto materiales como inmate­riales. Todos estamos conscientes de que frecuente­mente un cuadro transmite una mayor claridad de pensamiento acerca de un detalle, que una amplia descripción en palabras. Una vez que un signo o un símbolo ha tenido un significado específico, especial­mente de un tema complejo atribuido a él, sirve entonces un propósito más práctico. Puede conver­tirse en universal, es decir, que tiene con frecuencia el mismo significado, sin importar las diferencias del lenguaje.

Un símbolo puede representar una combinación de ideas, aún cuando una puede ser la más dominante. Tomemos por ejemplo la bandera de un país. En primer lugar, la bandera significa una nación específica. Sin embargo, sus colores pueden simbo­lizar, de la misma manera, ciertas virtudes que se atribuyen al país, tales como libertad, justicia, verdad, etc. También hay símbolos compuestos, que consisten en varios símbolos unidos por ejemplo, diseños heráldicos.

Consideremos algunos de los símbolos que ha inventado el hombre para representar objetos, emociones y abstracciones. El hombre prehistórico trazó símbolos toscos en las paredes de las cuevas, la mayoría de los cuales, no obstante, fueron simples intentos para simular lo más perfectamente posible lo que había experimentado en realidad, haciendo sus símbolos tan realísticos y representativos como fuera posible. El verdadero simbolismo llegó a estar más establecido con las civilizaciones antiguas.

Los símbolos del antiguo Egipto fueron abun­dantes. Seleccionaremos sólo unos cuantos como representativos. El lenguaje jeroglífico de Egipto representaba el concepto del alma como un pájaro con cara humana. En el lenguaje egipcio su nombre era Ba. Las alas de la figura sugieren el vuelo, o el ascenso del alma, aunque también se pensaba que ésta descendía a las profundidades de la Tierra. En la escritura jeroglífica un rectángulo es el signo de un templo. De hecho, casi todos los templos construidos por los egipcios tenían forma rectangular.

En la decimoctava Dinastía, durante el reinado de Akhnaton, el faraón concibió al Sol como un inter­mediario del único dios, a quien llamó Atón. Las radiaciones de las fuerzas cósmicas de este único dios, se mostraban emanando del Sol hacia la Tierra. Se dibujaron manos en el extremo de cada rayo en la superficie terrestre. Estas simbolizaban la fuerza divina de Atón dando vida y fecundidad a todos los seres vivientes.

Los faraones fallecidos eran transportados a través del Nilo a la ribera Oeste, al Valle de los Reyes, donde estaban localizadas las grandes tumbas. Los cuerpos eran colocados dentro de un féretro en forma de caja en el centro de un bote funeral ritualís­tico. El ataúd era diferente en apariencia a los féretros posteriores en forma de momia, pero llegó a ser el símbolo sagrado relacionado con los ritos funerarios. Se supuso que el simbolismo judío del Arca pudo haber estado influido de algún modo, por las referencias babilónicas y egipcias a este ataúd en forma de arca.

La capital de Babilonia estaba localizada en un valle entre dos grandes ríos, y distante de las montañas. Sin embargo, una montaña de los babilonios llegó a ser el símbolo de la Tierra. Sim­bólicamente, ellos se referían a la Tierra como "La Casa en la Montaña". Los zigurats, las pirámides con terrazas de Asiria y Babilonia, estaban hechas de piedras arregladas en niveles numéricos de 3,4 y 7. Se piensa que el significado de estos números ha simbolizado el número de los planetas conocidos en ese entonces y los dioses principales.

Los símbolos de la gente semítica son muchos. Unos cuantos presentados aquí, mostrarán su rela­ción con determinadas ideas. La llave de una puerta era un símbolo de la autoridad concedida a quien la recibía. Un hilo azul usado en las vestimentas sagradas usadas por los sacerdotes, era considerado igualmente sagrado. Este simbolizaba el mar, el cielo y "El Trono Divino de la Gloria".

Gestos simbólicos

De la misma manera, los gestos pueden llegar a ser símbolos en ciertos actos llevados a cabo para transmitir un significado sobre el cual se ha con­venido. Una corona colocada sobre la cabeza, ha simbolizado la exaltación de una persona a una posi­ción de autoridad. El lavado de las manos ceremonial significa la inocencia de alguien, la purificación de uno mismo del estigma de culpabilidad. El cubrir a una mujer con la capa de un hombre, simboliza su protección hacia ella. Levantar el brazo con el puño cerrado, es aceptado como una actitud militante, desafiante. Este gesto simbólico de muchos siglos, es comúnmente mostrado por agitadores insolentes.

Pitágoras, el filósofo y matemático griego, asignó muchas cualidades místicas y esotéricas a los números. Pitágoras nació en Samos, una de las islas del mar Egeo, en el siglo VI A.C. Viajó extensamente en el Cercano Oriente y fue iniciado en una escuela de los misterios donde los sacerdotes le impartieron mucho conocimiento.

Pitágoras emigró subsecuentemente a Creta, al sur de Italia. En Creta, con el conocimiento enigmático que había adquirido en sus viajes, fundó una hermandad. Los estudiantes eran puestos a prueba y conocidos a fondo amplia­mente, antes de que se les permitiera ser iniciados. Pitágoras es notable también por su gran contribu­ción a las Matemáticas y a la ciencia de la Astrono­mía. Uno de sus grandes logros fue el descubrimiento de la relación matemática de las octavas de la escala musical.

Para Pitágoras los números tenían un poder cósmico innato, es decir, declaró que todas las cosas fueron creadas de acuerdo a los números. Así, él estaba anticipando la estructura matemática de la materia, sus tasas vibratorias. Su simbolismo de lo que él consideró que era la naturaleza inherente de los números, es de especial interés para nosotros. Sin embargo, sólo podemos aludir muy brevemente a sus explicaciones enigmáticas y muy extensas.

La Mónada (1) Pitágoras dijo que es "la madre de los números". Esto, explicó, se debe a que todos los demás números están contenidos en ella, y representa la totalidad de ellos.

La Díada (2) simbolizaba divinidad, la primera separación de la unidad de la integridad de la Mónada.

La Tríada (3) es "el primer número perfecto", porque es la combinación de los opuestos.

La Tétrada (4) Pitágoras la llamó "la fuente de la energía"; simbolizaba el cuadrado y la inmovilidad.

La Pentada (5) se le dio importancia porque, "multiplicada por sí misma (5 x 5) retornaba a sí misma". Esta simbolizaba el concepto de estabilidad y permanencia.

La Hexada (6) Pitágoras se refirió a ella como "la creación del mundo". Probablemente esta es una idea enigmática derivada de la descripción babilónica del período de la creación.

La Heptada (7) este número fue venerado en religión y misticismo. Se le atribuyeron muchos términos esotéricos. Este número aún tiene un aura de simbolismo místico en nuestros días.

La Ociada (8) se declaró como el "primer cubo", porque a cada uno de sus lados se le podía asignar el valor numérico de 2; de esta manera: (2+2+2+2-8). El numeral 8 también simbolizaba la justicia, porque "se transformaba en números particularmente iguales".

La Enéada (9) tiene un valor esotérico, porque es "un ternario perfecto", es decir, un triángulo triple.

Pitágoras proclamó la Década (10), como el "Numero Máximo", explicando que todos los números se convierten en él y retornan de nuevo a la Mónada (1), pero cada vez en una proporción más elevada.

¿Podemos inventar símbolos que nos aclararán ciertos temas abstractos? En otras palabras, ¿pode­mos tomar ciertas ideas que son abstractas y relacionarlas con símbolos que entendemos, y de ese modo hacer los temas abstractos más comprensibles? Más sucintamente, ¿podemos crear un lenguaje sim­bólico que cuando sea aplicado a lo que es un misterio abstracto para nosotros, lo haga tornarse más explícito? Es un experimento fascinante que vale la pena considerar.

Por ejemplo, piensen en qué símbolo, signo o diseño pueden crear para significar la palabra "Verdad". Otro ejemplo, creen un símbolo para palabras abstractas tales como: Realidad, Etéreo, Infinito, Omnipotencia, Cósmico, Material, Inmate­rial, Mente, Bien, Absoluto, Placer, Dolor, Psíquico, Razón, Universal, Principio, Fin, Espacio, Tiempo.

Cuando hayan creado una cantidad de símbolos para éstos y algunos otros términos abstractos que seleccionaron, entonces, ¿pueden combinarlos de tal manera que les den unidad y un significado más extenso? La combinación de símbolos en algunas ocasiones no puede dar mayor claridad a cada símbolo separado, pero puede engendrar una nueva idea simbólica, de una profundidad más elevada y satisfactoria. Este es el caso cuando colocamos una rosa en el centro de la cruz creamos un símbolo cuyo sentido trasciende el significado esotérico de cada uno separadamente.

Por Ralph M. Lewis, F.R.C.

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