El discípulo se dirigió a casa de su maestro zen, que tenía uno de los jardines más hermosos que había visto jamás.
Una vez allí, le contó a su maestro que tenía problemas con sus hijos y que quería respetar la naturaleza de cada uno de ellos para que hicieran lo que les pareciera y de ésta forma así poder mantener la relación
Quería evitar que se sintieran frustrados en el futuro.
El maestro zen escuchó al discípulo y no dijo nada.
Entonces, el discípulo le preguntó qué opinaba sobre el asunto y el maestro le respondió: - ¿Hace mucho que no visitas mi jardín?
- Sí -respondió el discípulo, no sabiendo por qué se lo preguntaba.
Entonces el maestro lo invitó a ver su jardín. Pero en lugar de ver espléndidas rosas, vio que el jardín se había transformado en una maraña de malezas. - ¿Pero qué ha sucedido aquí? -preguntó el discípulo asombrado.
- Pues un día me cansé de cuidar mis rosas y dejé que las plantas crecieran como querían. Los yuyos y las malezas habían ahogado las rosas, que primero crecieron en forma desordenada y luego murieron.
Esta es la ley natural.
En ese momento, el alumno comprendió aquello que su maestro le quería decir.
Recibido de Susana Werenicz. Gracias. Solo agregaría que el relato aplica para todo, no solo en la relación padre hijo.
susana colucci