¿Por qué comemos chocolate si estamos tristes? ¿Qué nos impulsa a abrir la heladera una y otra vez sin tener hambre?
Los alimentos tienen la capacidad de nutrirnos, pero también, de modificar nuestro estado de ánimo.
Del mismo modo, un estado de ánimo nos demanda ciertos alimentos. Por eso es importante mirar hacia nuestro interior antes de enfrentarnos a una dieta. A menudo el sobrepeso es la acumulación de emociones negativas en nuestra alma.
La mente a través de unos hilos invisibles que tienen su origen en las emociones, puede hacer que comamos sin tener hambre o bebamos sin sed. Hay un lugar de nuestro cerebro donde la necesidad de comer es sólo la punta de un iceberg que esconde conflictos internos o una saturación de momentos difíciles.
Este lugar interno donde la vida se ha transformado en ansiedad es donde radica la solución para tratar la mayoría de los trastornos de la alimentación.
EL RINCÓN DE LA ANSIEDAD:
La ansiedad es uno de los principales factores que nos influyen en la necesidad de comer después de haber comido. Por ejemplo: dormimos una pequeña siesta y al despertar, como si las neuronas reclamaran una dosis de azúcar como pago por el descanso, la mente se dirige hacia un paquete de galletas que no podemos apartar de nuestro pensamiento. Esta sensación de necesitar comer alguna cosa dulce después de dormir, al regresar del trabajo o después de un disgusto o contrariedad obedece a una necesidad química del cerebro, que nos "reclama" más combustible para seguir su camino. Y el principal combustible que necesitan nuestras neuronas es el azúcar. Por lo tanto, que una persona necesite comer algo a media tarde (desde fruta, galletas, pano bebidas azucaradas a cerveza, papas fritas...) no quiere decir que su voluntad se debilite a esa hora, ni mucho menos, puede incluso, que la causa sea haber hecho más de la cuenta.
Recuerdo el caso de una religiosa misionera que empezó a aumentar de peso sin razón aparente ya que comía lo mismo que sus compañeras y no había incrementado su ración diaria. La causa que originó este cambio estaba en su mente. Ella era la directora de la misión y el exceso de responsabilidad le provocaba un gran estrés, al que sus neuronas respondían aumentando la absorción de azúcares de los alimentos que comía. Solo cuando se sometió a tratamientos para disminuir su ansiedad pudo resolver con éxito su problema de sobrepeso.
¿EDULCORAR LAS PENAS?:
La balanza nos muestra con frecuencia cambios de peso sin motivo médico que lo justifique. En estos casos, como en el de la religiosa- que es aplicable a cualquier persona que padezca estrés profesional o familiar- este aumento de peso no tiene otra explicación que nuestro estado de ánimo, por lo que la única solución es dirigir nuestra mirada al mundo de las emociones.
Y en estos casos, ¿siempre nos pide azúcar el cerebro?, no siempre, también puede demandar queso, frutos secos..etc
FABRICAR NEUROTRANSMISORES:
Nuestro cerebro es el órgano encargado de fabricar neurotransmisores, sustancias responsables de que pensemos, sintamos, recordemos...en difinitiva, de que seamos personas.
Cada neurotransmisor necesita unos materiales básicos, algunos de los cuales se obtienen a partir de los alimentos. De hecho el neurotransmisor responsable de la sensación de felicidad no lo tiene fácil sin su materia prima: la comida.
Cuando estamos nerviosos, necesitamos que llegue a nuestras neuronas una sustancia llamada serotonina. Esta sustancia es la responsable de que, tras un día ajetreado podemos llegar a casa y empezar a notar una sensación de bienestar que desplazará el estrés. Pues bien, el responsable de que esta sustancia entre en nuestro cerebro es el azúcar. Por eso, cuando no podemos dormir, nuestra reacción es levantarnos e ir a la despensa por pan, un vaso de leche con azúcar o galletas. Después, a medida que va entrando serotonina en nuestro cerebro, nos invade una sensación de bienestar que nos permite entrar en el mundo de los sueños y dormir plácidamente...
También sucede a media tarde, cuando después de comernos un paquete de galletas o papas fritas, nos sentimos momentáneamente relajados.
El problema viene cuando se despierta nuestra conciencia y nos hace sentir culpables por un hecho que es químico, la necesidad de glucosa de nuestras neuronas. Por tanto la solución a estos comportamientos ansiosos respecto de la comida debemos enfocarla lejos del camino de la represión y de la culpa, que nunca conducen a buen puerto. El único camino posible para obtener un éxito a largo plazo es buscar una manera de disminuir nuestra ansiedad para que nuestro cerebro reclame menos azúcar.
UN BOCADO DE DOPAMINA:
Como explicábamos en el caso anterior, el cerebro de la mayoría de las personas nerviosas, estresadas, angustiadas-es decir con ansiedad- "reclama" alimentos dulces, pero hay también otras necesidades de nuestra mente que pueden ser modificadas con otros alimentos muy concretos, como el queso o el chocolate.
Existen ocasiones en que lejos de estar ansiosos y estresados, nos sentimos sin ganas de hacer nada, apáticos, sin poder de iniciativa y dejamos que la vida continúe sin nosotros. En esas ocasiones, nuestra mente necesita un empujón de dopamina, el neurotransmisor responsable, entre otras funciones, de insuflarnos ganas de hacer, de seguir, de luchar, en difinitiva, de estar. Y uno de los alimentos que permite sintetizar esta sustancia con facilidad es el queso. Por lo tanto, detrás de aquellas personas que sienten una necesidad imperiosa de comer queso, puede esconderse un estado de apatía o decaimiento. Esto no quiere decir que alguien tenga ganas de comer este alimento por puro placer de hacerlo.
EL SANADOR DE LOS DESENGAÑOS:
El rey de los remedios para las lágrimas y el desamor es sin dudas, el chocolate. Este alimento de procedencia azteca-aunque se le podría denominar directamente remedio, es uno de los productos que más evidencia la relación que existe entre un alimento y un estado de ánimo determinado. Las propiedades beneficiosas del cacao en la prevención de enfermedades cardiovasculares son conocidas y están demostradas científicamente. Pero no sólo es algo física, también nuestra mente y en consecuencia, nuestras emociones son grandes beneficiarias de sus propiedades.
En la composición del cacao encontramos una sustancia, la teobromina, que tiene un no despreciable efecto antidepresivo, ayudando a que nuestro estado de ánimo mejore sensiblemente.
Todos estos ejemplos que hemos explicado nos ayudan a demostrar que somos un ir y venir del cuerpo a la mente y que mientras una emoción nos encoge el estómago, un alimento puede relajarnos o causarnos el efecto contrario. Este hecho es ya indiscutible y en el caso de los trastornos alimenticios como la bulimia o la anorexia, la mente sigue siendo la gran diana donde realizar los máximos esfuerzos posibles.
En lo que respecta a los problemas de sobrepeso u obesidad-campo al que dedico mis esfuerzos profesionales- cabe resaltar que un kilogramo de más no esconde , en la mayoría de los pacientes, un exceso de comida sino de obligaciones dirigidas a muchos ámbitos en la vida de esa personas.
ALIMENTARNOS DE EMOCIONES:
Científicos, cineastas, poetas...demasiados hombres y mujeres de demostrada valía y con problemas de sobrepeso como para seguir pensando que los kilos sólo tienen que ver con el exceso o con la falta de voluntad.
Las emociones y los sentimientos juegan un papel esencial en toda nuestra vida, y nuestro peso no es algo que quede al margen de nuestra existencia. Hay que acercarse al mundo de la alimentación desde nuestro interior, desde la mente. De esta manera el resultado de la balanza será óptimo, ya que el árbol tendrá las raíces en un lugar donde los vientos de la vida no puedan llevarse más que alguna hoja, alguna lágrima.
O como escribió el poeta Rainer Maria Rilke, "¿Dónde hay para este dentro un afuera?..." Los kilogramos, en muchas ocasiones, son el "afuera" de alguna parte de nosotros que guarda su llave en la mente.
PILAR SENPAU (Licenciada en Medicina y cirugía y especialista en dietética, relación alimentos - estados emocionales)
Publicación realizada gracias a Angi que la mando al foro Otrasintenligenciasocial