Es importante destacar que es una costumbre humana pensar que el tener atributos negativos es malo, mas no pienso que sea así. El Creador en su sabiduría nos envía al mundo con la carga perfecta de dones que permiten que vivamos en equilibrio, El no sabe de bueno o malo. Si no eres capaz de sentir miedo, por ejemplo, jamás podrás ser valiente. Los errores no son manchas sino oportunidades para conocer nuestras capacidades.
Está en nosotros comprender ese concepto y tratar de aprovechar al máximo cada una de nuestras cualidades y nuestros errores, pero para esto probablemente tendremos que quitarnos de encima una capa de conocimiento adquirido a través de los años, especialmente aquella que quedó grabada en nuestro ego gracias al poder de las palabras de mamá, quien seguro lo hizo con todo amor pero sin saber que no era lo mejor... a excepción de la mamá de la historia que copio a continuación y que recibí gracias a Mirta Cristina Rodríguez
Pasemos un feliz día
Con afecto
susana colucci
Namaste
Un Magnifico desastre.
Hace poco, Stephen Glenn me contó una anécdota sobre un científico que tiene en su haber muchos avances de gran importancia en el terreno de la medicina.
En una ocasión en que lo estaba entrevistando un periodista, este le preguntó a qué atribuía el hecho de tener más inventiva que el ciudadano promedio.
¿Qué lo hacía tan distinto de los demás?
El científico respondió que, a su modo de ver, todo se lo debía a una experiencia que vivió con su madre cuando apenas contaba dos años, y que le dejó una profunda enseñanza.
Él había intentado sacar una botella de leche del refrigerador.
La botella se le escurrió de las manos y cayó, derramándose todo el contenido en el piso de la cocina, que quedó anegado en leche.
Cuando su madre entró a la cocina, en vez de gritarle y soltarle un sermón o castigarlo, le dijo:
- "¡Qué desorden tan estupendo, es magnífico!"
- "No recuerdo haber visto nunca un charco de leche tan grande."
- "Bueno, el daño ya está hecho."
- "¿Qué te parece si juegas un rato en la leche antes de que limpiemos el piso?"
Cómo no, el niño aceptó ponerse a jugar. Al cabo de unos minutos, su madre le dijo:
- "Sabes que cuando ensucias algo te toca a ti limpiarlo y dejarlo todo en orden."
- "¿Cómo prefieres hacerlo? Puedes hacerlo con una esponja, una toalla o un trapo de cocina."
Escogió la esponja y, con ayuda de la madre, recogieron la leche derramada.
Seguidamente, ella le explicó:
- "Mira, lo que ocurrió aquí es un experimento fallido."
- "Lo que pasa es que intentaste, sin conseguirlo, llevar una botella grande de leche con unas manos muy chiquititas. Vamos al patio de atrás, llenemos la botella de agua y veamos si se te ocurre una manera de llevarla sin derramarla."
El pequeñín aprendió que si la agarraba con firmeza por el cuello con las dos manos, podía llevarla sin que se le cayera.
¡Qué enseñanza tan estupenda!
Aquel célebre científico recalcó que en ese momento comprendió que no debía tener miedo de cometer errores. Al contrario, aprendió que las equivocaciones no eran sino oportunidades de aprender algo nuevo, que es al fin y al cabo lo que hace el científico con sus experimentos. Incluso cuando un experimento no sale se aprende algo valioso.
¿No sería extraordinario que todos los padres reaccionaran de la misma manera que la madre de aquel científico?"
Jack Canfield
En una ocasión en que lo estaba entrevistando un periodista, este le preguntó a qué atribuía el hecho de tener más inventiva que el ciudadano promedio.
¿Qué lo hacía tan distinto de los demás?
El científico respondió que, a su modo de ver, todo se lo debía a una experiencia que vivió con su madre cuando apenas contaba dos años, y que le dejó una profunda enseñanza.
Él había intentado sacar una botella de leche del refrigerador.
La botella se le escurrió de las manos y cayó, derramándose todo el contenido en el piso de la cocina, que quedó anegado en leche.
Cuando su madre entró a la cocina, en vez de gritarle y soltarle un sermón o castigarlo, le dijo:
- "¡Qué desorden tan estupendo, es magnífico!"
- "No recuerdo haber visto nunca un charco de leche tan grande."
- "Bueno, el daño ya está hecho."
- "¿Qué te parece si juegas un rato en la leche antes de que limpiemos el piso?"
Cómo no, el niño aceptó ponerse a jugar. Al cabo de unos minutos, su madre le dijo:
- "Sabes que cuando ensucias algo te toca a ti limpiarlo y dejarlo todo en orden."
- "¿Cómo prefieres hacerlo? Puedes hacerlo con una esponja, una toalla o un trapo de cocina."
Escogió la esponja y, con ayuda de la madre, recogieron la leche derramada.
Seguidamente, ella le explicó:
- "Mira, lo que ocurrió aquí es un experimento fallido."
- "Lo que pasa es que intentaste, sin conseguirlo, llevar una botella grande de leche con unas manos muy chiquititas. Vamos al patio de atrás, llenemos la botella de agua y veamos si se te ocurre una manera de llevarla sin derramarla."
El pequeñín aprendió que si la agarraba con firmeza por el cuello con las dos manos, podía llevarla sin que se le cayera.
¡Qué enseñanza tan estupenda!
Aquel célebre científico recalcó que en ese momento comprendió que no debía tener miedo de cometer errores. Al contrario, aprendió que las equivocaciones no eran sino oportunidades de aprender algo nuevo, que es al fin y al cabo lo que hace el científico con sus experimentos. Incluso cuando un experimento no sale se aprende algo valioso.
¿No sería extraordinario que todos los padres reaccionaran de la misma manera que la madre de aquel científico?"
Jack Canfield