Quizá sería conveniente examinar primero sus propias reacciones con los demás. La respuesta instintiva, aunque a menudo comprensible, no siempre es la mejor desde ninguna perspectiva. Las personas difíciles están tan acostumbradas a emplear una serie de tácticas, que es muy probable que caiga de lleno en su trampa y les dé pie para que la ataquen. En lo que a usted
concierne, es fácil que acabe enfadado, frustrado y decepcionado consigo mismo. Es mucho mejor pensar antes de reaccionar y aún mucho mejor si antes ha elaborado su estrategia.
Si sabe que está relacionándose con una persona que siempre es difícil y que trata a todo el mundo de la misma manera, intente no tomarse lo que dice como algo personal. No es realmente a usted a quien ataca: su actitud sería la misma con cualquier otra persona. Esto no justifica esa conducta en modo alguno, pero puede ayudarle a no sentirse tan incompetente.
Pregúntese qué tipo de reacción tiene con una persona difícil que usted conozca. ¿Reacciona de forma muy negativa? Si es así, ¿por qué razón? Deténgase a pensar racionalmente cuál debería ser su forma de actuar. Estallando y entablando una feroz batalla verbal no se consigue nada; lo
único que hace es ponerse a la altura de la persona que ha provocado tal situación.
Puede elegir el modo en que reacciona y responde ante la gente. Al ir trabajando con esta guía comprenderá las opciones que tiene y aprenderá a reconocer cuál es la mejor y la más apropiada en cada caso. Podrá incrementar sus puntos fuertes (y se supone que disminuirán los débiles) y
aprenderá a no dejarse arrastrar hacia una respuesta que no le conduce a ninguna parte y que le deja agotado y desengañado de sí mismo.
Todo esto no significa que tenga que decir siempre que sí o ceder ante quienes tratan de influir en su conducta. Ni siquiera implica que no pueda enfadarse. Por supuesto que puede. La ira es una emoción natural y con frecuencia justificada y no hay nada de malo en ella; lo que importa es el uso que hace de la misma y cómo la expresa. Media un abismo entre estallar en un ataque de rabia y decir a la otra persona (tranquilamente y con control): «Estoy furioso porque...».
Esta última forma es asertiva y mucho más eficaz, puesto que es probable que su oyente se entere de lo que usted le quiere decir. Si grita y vocifera, la otra persona hará lo mismo y ninguno de los dos se enterará de lo que dice el otro.
Para comprender mejor sus reacciones ante las personas difíciles, hágase las siguientes preguntas:
¿Desea realmente estar bajo el control de los demás?
Muchas veces es eso lo que sucede y el único que lo sufre es usted. La persona difícil sigue a su aire, convencida de que ha vuelto a ganar. Del mismo modo, si permite que la conducta manipuladora de los demás le lleve a una reacción ex trema y forzada, el único que va a salir perjudicado es usted mismo. Con esto no sólo no conseguirá la res puesta que desea, sino que se sentirá exhausto por sus emociones y decepcionado con su propia conducta.
¿Cual es su reacción cuando se en/renta a alguien que está furioso con
usted? ¿Manifiesta también su furia? ¿Se pone a la defensiva y da excusas que la
otra persona no escuchará, o se echa atrás y se escabulle? Todas estas reacciones son negativas, tanto si su ira está justificada como si no. Por otra parte, lo más probable es que se sienta enojado, no sólo con la otra persona, sino con usted mismo por actuar como lo ha hecho.
¿Habla consigo mismo deforma negativa?
Ya sabe, el tipo de reflexión como: «Me da miedo esa entrevista, siempre me pongo en ridículo» o «Realmente, odio los lunes». Si tiene que acudir a una entrevista, lo único que puede hacer es prepararse lo mejor que pueda e intentar estar lo más calmado posible el día en cuestión. En lo que respecta a los lunes, hubo una semana pasada y va a haber una semana próxima, de modo
que es mejor que se vaya acostumbrando.
Este tipo de pensamiento negativo hace perder mucho tiempo. Tanto si la entrevista (o el lunes) va bien como si no, habrá estropeado el compás de es pera con sus temores.
¿Cómo responde a la crítica?
Hay personas a las que les encanta criticar a los demás. Les hace sentirse bien y les da sensación de poder. Al igual que un bravucón sólo atormentará a una víctima fácil, cuanto mayor sea la reacción de la persona afectada, más se ensañará el crítico con ella. Del mismo modo que sucede con el bravucón, los que critican tienden a ser cobardes morales que se dedican a desprestigiar a los demás para ocultar sus propias inseguridades y tener una opinión más alta de sí mismos. (Aquí no estoy hablando de una crítica genuina y fundada, expresada de forma constructiva, sino de los que disfrutan haciendo que los demás se sientan infravalorados.)
¿Se pone inmediatamente a la defensiva cuando recibe tales críticas? Quizá supone que la crítica está bien fundada (¡cómo le gustaría eso a la otra persona!) y se toma muy a pecho todos sus comentarios sin detenerse a analizar su validez. Tal como irá descubriendo, hay formas de frenar la crítica maliciosa y hacer frente asertivamente a la situación.
¿Tiene siempre una visión negativa?
Repita muchas veces que «todo ha ido mal desde que me cambié de casa» y así sucederá. Convénzase de que está teniendo «uno de esos días» y lo tendrá. Su visión negativa no sólo le hará ver el lado negro de las cosas, sino que también hará aflorar los aspectos más negativos en los demás. Si se da cuenta de que se está comportando de ese modo, vale la pena detenerse a hacer un balance de su situación. ¿Qué es lo que verdaderamente ha ido mal desde que se mudó de casa? Haga una lista y estúdiela, ¿Habrían sucedido, de todos modos, en su anterior domicilio algunas de las cosas de la lista? Ahora haga una lista de todo lo que ha ido bien des de que se
encuentra en su vivienda actual, cosas que de otro modo quizá no se hubiera detenido a examinar en profundidad desde su pozo de oscuridad. Estoy segura de que, si es sincero, podrá descubrir una serie de hechos de mayor o menor importancia para añadir a su lista de factores positivos, (Al menos se siente lo bastante bien como para sentarse a escribirla.) Aun cuando mire la lista de las cosas negativas, ¿tiene la culpa de todo la casa, el día, el tiempo o cualquier otra cosa a la que usted haya decidido culpar? Intente ser más positivo y anote las cosas buenas a medida que van sucediendo, incluso las que parezcan más insignificantes. Realmente
funciona.
¿Se guarda sus sentimientos, sean buenos o malos?
¿Le cuesta decir «te quiero» o «no me gusta lo que has hecho»? Es posible que no le cueste decir una cosa pero sí la otra. Muchas personas han sido educadas en la creencia de que siempre han de ser amables y no han de decir nada que siente mal a los demás, Eso está bien, pero no cuando conlleva aceptar malos modales o un trabajo mal hecho. No hay nada malo en expresar
lo que se siente siempre que se haga sin agresividad y de forma productiva. Nunca perderá a los buenos amigos, y los que no lo son de verdad los perderá de todos modos. Al disfrazar sus emociones sólo conseguirá hacer se daño y acumular estrés. Su opinión de sí mismo bajará aún más a medida que su sentimiento de incapacidad aumente. También se creará problemas, ya que los demás (especialmente las personas difíciles) o ni siquiera se fijarán en usted o lo elegirán como blanco de sus ataques.
¿Quizás usted cree que ha de decir lo que piensa sin que importen las consecuencias?
Párese un momento a reflexionar sobre cómo se siente cuando otras personas actúan de ese modo. ¿Realmente desea hacer sufrir a los demás? Decir lo primero que pasa por la cabeza sin pensar en los efectos que ello tendrá sobre los demás hace que la gente se aleje de nosotros. Es posible que acabe creyendo que el mundo está en su contra, Este es un sentimiento muy triste de por sí, pero lo peor es cuando uno se da cuenta de que ha sido él mismo quien lo ha provocado. Te puedes encontrar atrapa do en una espiral de emociones negativas que es muy difícil frenar