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Pensar bien, sentirse mejor

¿Por qué no somos capaces de descartar lo inútil, lo absur­do o lo peligroso de una vez?

Siguiendo a Krishnamurti, si vemos un precipicio no necesitamos hacer cursos de Precipi­cio I, Precipicio II y Precipicio III para concientizarnos del riesgo. El hecho se impone, la percepción directa es suficiente: vemos el peligro y no dudamos en retirarnos, "entendimos" , y punto.

¿Por qué entonces en la vida cotidiana caemos tantas veces por el precipicio? ¿Por qué repetimos los mismos erro­res? ¿Por qué nos cuesta tanto asumir una actitud racional frente a los problemas? ¿Somos masoquistas, ignorantes o tes­tarudos?

Recuerdo a un señor que temía tragarse la lengua. Dor­mía sentado, sólo se alimentaba de líquidos y apenas lograba comunicarse con los demás, pues trataba de mantener la len­gua quieta (¡el órgano más móvil de nuestro cuerpo!). Ninguna ex­plicación lógica y racional sobre la imposibilidad de tragarse la lengua funcionó. La única estrategia que mostró resultados positivos fue exponerse a lo temido: "¡Tráguese la lengua, in­téntelo, a ver si es capaz!" Después de varios ensayos infruc­tuosos, la retroalimentación fue concluyente: "Sí, usted tenía razón, no puedo", dijo evidentemente aliviado.

¿Qué proceso intervino para que finalmente lograra modificar su creencia irracional? La realidad, ella se impuso de manera correctiva, los hechos le mostraron de manera irrefutable lo absurdo de su creencia. Una experiencia vital vale más que mil palabras (o muchas horas de consulta). La infor­mación que llega de la experiencia directa es mucho más te­rapéutica que la teoría, aunque las dos son necesarias. La primera es la fuente de la sabiduría y la segunda, el fundamento de la erudición. Co­nozco muchas personas desbordantes de conocimiento cien­tífico pero sin sentido común.

El camino es aquietar la mente e inducirla a que se mire a sí misma de manera realista. Una mente madura, equilibrada y que aprenda a perder. Una mente humilde, pero no atontada. Una mente abierta al mundo, vigorosa y con los pies en la tierra.

Walter Risso - Pensar bien, sentirse mejor


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