A pesar de que nuestra mente racional goza de un gran prestigio, las "corazonadas" representan el motor de muchas decisiones fundamentales y trascendentales en nuestras vidas, inclusive, numerosos avances tecnológicos y científicos tienen su origen en el pensamiento intuitivo de sus investigadores; entonces ¿debemos confiar en nuestras intuiciones?Claro que sí... incluso mucho más de lo que la educación formal promueve. Es muy raro escuchar a los padres o docentes decirles a sus menores "escucha tu corazón"; pero resulta que en nuestro interior esta atesorada una gran sabiduría, sólo es cuestión de tener acceso a este conocimiento almacenado.
Para ello debemos aprender a calibrar la calidad de nuestras propias intuiciones en nuestra vida cotidiana y laboral. La misma no tendrá el mismo éxito en todas las áreas de la vida, ya que ella depende de la experiencia de cada persona; por ejemplo: cuando yo comencé mi ejercicio profesional recuerdo que supervisaba mis casos clínicos con profesores expertos que en muchas ocasiones parecían "brujos", porque adivinaban con gran exactitud lo que le podría suceder al paciente.
Posterior a mis años de experiencia, son mis pacientes quienes hoy me miran asombrados -en ocasiones- y me dicen "eres una bruja, ¿como sabes lo que me acabas de decir?...yo les contesto "los años no pasan en vano", muy por el contrario, creo que el equipaje que traemos es de gran utilidad para enfrentar los retos y desafíos diarios; lo mismo le ocurre al mecánico, plomero, médico, ingeniero, entre otros. Es por ello que les invito a no despreciar a la intuición, porque ella guía la mayoría de las decisiones que tomamos. La historia de la ciencia está salpicada de ejemplos en los que la intuición ha sido imprescindible, por ejemplo: cuando Isaac Newton recibió el impacto de una manzana en su cabeza, intuyó que la manzana obedecía a una ley universal. Gutenberg acudió a una fiesta de la vendimia e intuyó que, si podía prensar las uvas, también se podían prensar las letras contra el papel. Friedrich Kekulé soñó con serpientes que se mordían la cola y se burlaban de él, y comprendió que la estructura molecular del benceno era cíclica. Niels Bohr soñó que se encontraba en un sol apagado y que varios planetas giraban a su alrededor atados por cables; sueño inspirador a la hora de establecer la estructura del átomo, que tanto le había estado obsesionando.
Todos estos casos tienen en común una preocupación previa de su protagonista por el tema en cuestión, que, a menudo, derivó en una autentica obsesión y en un trabajo de búsqueda para hallar la solución. En todas estas historias se unen la mente racional con la intuición y los resultados son muchos más útiles.
En nuestra vida profesional y cotidiana, el reto es el mismo: buscar un equilibrio entre nuestra intuición y la mente racional, ambas se complementan siempre.
Por último, retomo las palabras del psicólogo Llorenc Guillera: "El corazón, como su nombre lo indica, corazona. Escuchémoslo, pues".
Bibliografía recomendada: Llorenc Guillera. Más allá de la inteligencia emocional: las cinco dimensiones de la mente (Editorial Thomson).
Publicación realizada gracias a la colaboración de Elizabeth Genesca
Revista dominical Estampas
El poder de la intuición
por FRANCA TREZZA |
