Hemos de saber vivir cada día profundamente, con
alegría, paz y compasión, porque el tiempo
pasa muy deprisa. Cada mañana se debe ofrecer
una barrita de incienso al Buda y prometernos que disfrutaremos de cada minuto del día que tenemos para vivir.
Y
gracias a la práctica de caminar y respirar de
manera consciente, podemos gozar profundamente
de cada momento de la vida cotidiana. Respirar
y caminar de manera consciente son como dos
amigos, siempre nos están ayudando a permanecer aquí y ahora, y a así sentimos las maravillas que la vida nos ofrece. Necesitamos recibir el alimento que nos
merecemos.
Escuchar el sonido de la campana es
una práctica muy nutritiva y agradable. En
Plum Village, siempre que el teléfono suena, que el reloj da la hora o que la campana al repicar nos invita al monasterio, tenemos la oportunidad de dejar lo
que estamos haciendo, lo que estamos diciendo
y pensando.
Son las campanas que nos recuerdan
que debemos ser conscientes. Cuando oímos el
sonido de la campana, relajamos el cuerpo y
volvemos a nuestra respiración. Descubrimos que estamos vivos y podemos así, entrar en contacto con muchas maravillas de la vida que están presentes para nosotros.
Nos detenemos con naturalidad, disfrutando de
ello, sin solemnidad ni tensión. E inspiramos
y espiramos tres veces, gozando del hecho de
estar vivos. Cuando nos detenemos, recuperamos la calma y la paz, nos volvemos libres. Nuestro trabajo se vuelve
más agradable y la gente que nos rodea, más
real.
La práctica de detenernos y respirar al oír el sonido de la
campana, es un ejemplo del tipo de práctica
que nos ayuda a entrar en contacto con los
elementos bellos y nutritivos que nos ofrece
la vida cotidiana.
Podemos hacerlo solos, pero con la sangha (Comunidad)
nos resultará más fácil, ya que la comunidad
siempre está ahí para nosotros. Cuando estamos
absortos en nuestro sufrimiento, puede rescatarnos y volvernos a poner en contacto con los elementos
positivos de la vida.
Conocer los propios límites constituye nuestra práctica.
Aunque seamos maestros espirituales, y
tengamos la capacidad de escuchar el
sufrimiento de los demás, debemos conocer nuestros límites.
Para obtener suficiente alimento, hemos de poder gozar de
meditar caminando, de tomar té y de estar en
compañía de personas que estén contentas.
Para
poder escuchar a los demás, hemos de cuidar de
nosotros mismos. Por un lado, necesitamos recibir el alimento adecuado cada
día y por otro, alimentar la compasión que
hay en nosotros para estar bien equipados para
la tarea de escuchar a los demás.
Hemos de desempeñar el papel de un Gran Ser, de alguien que es tan feliz que es capaz de rescatar a la gente de su
sufrimiento.