Entonces los dioses se dedicaron afanósamente a crear al hombre, lo hicieron tan a su imagen y semejanza, dotándolo de fuerza, valor, felicidad, inteligencia, sabiduría... hubo un momento en que llegaron a temer que se fundieran entre ellos y que pudieran destruirlos ocupando luego su lugar, por lo que decidieron esconderle alguna de las virtudes con la que lo habían sido creado.
¿Donde podrían guardar la felicidad para que el ser humano no la encontrara?
Estuvieron reflexionando sobre ello mucho tiempo; cuando uno decía de esconderla en el pico de la montaña mas alta, otro de los dioses le rebatía, diciendo que al haberlo dotado de fuerza y valor podría escalar esa montaña y encontrarla.
Cuando uno de ellos comentaba que tenían que esconder la felicidad en lo mas profundo de los océanos, otro le corregía diciendo que al ser humano lo habían dotado de una gran inteligencia y llegarían a inventar una máquina que se sumergiera en los mares pudiéndola encontrar.
Cabía otra posibilidad, esconder la llave de la felicidad en otra galaxia... pero algún día, se dijeron unos a otros... el hombre exploraría el universo, descubriría los agujeros negros y pisaría hasta la Luna.
¿Que hacer?
En estas reflexiones andaban cuando uno de ellos... que había permanecido todo el tiempo en silencio, dijo:
Vamos a esconderla dentro de ellos mismos, que siempre estarán ocupados en atesorar riquezas y conseguir el poder, pensando en que esto es lo que les otorgará la felicidad.
Moraleja: Ya sabes donde buscarla!
Namaste
susana colucci
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