
Pero si por algo se caracteriza la mente es por su contumaz dispersión. La mayoría de las veces donde está nuestro cuerpo no está nuestra mente. Siempre se halla en el tiempo y en el espacio pero se resiste a concentrarse y permanecer en el «aquí y ahora»a pesar de que el presente inmediato es la vida pues como dijera Buda«el pasado es un sueño el futuro un espejismo y el
presente una nube que pasa». La mente se resiste y escapa de la realidad inmediata. Enredada en pensamientos que la arrastran como el viento a las nubes no cesa de divagar. Un antiguo adagio reza: «Como está en la naturaleza del fuego quemar está en la de la mente dispersarse». Se la ha comparado por ello con un mono loco saltando de rama en rama o con un elefante ebrio y furioso.
La mente pierde gran parte de su vitalidad y frescura enredándose en memorias y fantasías. Ni un minuto puede estar concentrada y así pierde energía y permite que la aneguen las aflicciones y las preocupaciones. Pero como la mente es la precursora de todos los estados es preciso ejercitarla para que aprenda a ser unidireccional cuando sea necesario. Es una disciplina que conduce al equilibrio y al sosiego, activa la conciencia y desarrolla armónicamente la atención.
¿Cómo desarrollar la concentración como la del ladrón cuando roba? Estando más atento a lo que se piensa se dice o se hace. Estriba en vaciarse de todo para saturarse de lo que decidimos estar atentos: un amanecer una caricia el aroma de una flor preparar una ensalada o dar un paseo. La mente se abre al momento fluidamente sin resistencias dejando fuera de su campo todo lo
que no es el objeto de su atención. Sin embargo la concentración por sí sola no es suficiente. Esa energía poderosa puede utilizarse perversamente para robar denigrar explotar etc. Por eso debe asociarse a la virtud o ética genuina que estriba en poner los medios para que los otros seres sean felices y evitarles cualquier sufrimientoen sumalo que cada uno quiere para sí. La virtud y la concentración , es decir la ética y la ejercitación de la atención van haciendo posible que emerja la visión clara y lúcida o sea la sabiduría.
Cuando la mente está atenta, la vida se capta en cada instante. La vida no es lo que fue o será, sino lo que es. Sólo una mente muy receptiva y por tanto meditativa puede percibir cada momento y abrirse a él.
El pensamiento forma parte de la vida y ocupa un lugar en la misma pero no es la vida y además es por completo insuficiente. A menudo el pensamiento se ha desarrollado de tal modo y sin control que usurpa el lugar de la realidad y la persona piensa pero no vive. Vivamos la vida con atención en lugar de dejar que ella mecánicamente nos viva. Asimismo la atención nos ayuda a
descubrir conocer y examinar los estados de la mente y esa labor es un gran antídoto contra la confusión, el sopor psíquico y la neurosis.
La serenidad es como un maravilloso pimpollo que se va abriendo cuando nos instalamos en la virtud y la concentración. La virtud nos protege contra todo sentimiento de culpabilidad y nos invita a pensar, hablar y proceder más amorosamente lo que nos hará sentirnos mucho mejor. La concentración o alerta nos enseña a disponer de nuestra mente en lugar de que ella disponga
de nosotros, a pensar en lugar de ser siempre pensados por los pensamientos, a procurarle a cada momento o situación su peso específico sin innecesarias urgencias o prisas neurasténicas sabiendo ralentizar y apaciguarnos, comprendiendo que la vida no es tan sólo un enajenante ir y venir que finaliza con un día.
Concentrados con mente abierta y meditativa fluyendo con los acontecimientos vivimos el presente. Unas veces es placentero y otras doloroso unasdulce y otras amargopero es la vida deslizándose a cada momento. La mente concentrada el ánimo sereno la actitud compasiva. Si el ser humano gozara de concentración serenidad y compasión este mundo sería un paraíso.
Ramiro Calle El libro de la serenidad (extracto)