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El abundante afecto materno en la primera infancia aumenta las aptitudes para hacer frente a la vida de adultos, según un estudio publicado hoy por la Revista de Epidemiología y Salud Comunitaria en su edición de internet.
Según los expertos, las madres que inundan a sus hijos de cariño durante sus primeros años de vida, les preparan para hacer frente al estrés vital al que inevitablemente se enfrentarán de adultos.
A pesar del interés creciente en cómo afectan las primeras experiencias vitales en los adultos, los autores señalan que hasta ahora “la mayoría de estudios se han basado en el recuerdo” de los adultos sobre su infancia.
Los expertos basan sus conclusiones en 482 personas que formaron parte de un proyecto nacional de colaboración prenatal en Estados Unidos y la interacción con sus madres. Estas personas fueron evaluadas por psicólogos que realizaron exámenes rutinarias durante sus primeros ocho meses de vida.
Al final de cada sesión, los psicólogos analizaron cómo había actuado la madre y cómo había respondido el niño, y clasificaron las respuestas con descriptores que van desde “negativo” y “extravagantes”.
En estos 8 meses de evaluación, una de cada 10 interacciones (46) se caracterizaron por un bajo nivel de afecto materno en el niño.
La mayoría, el 85 por ciento (409), se caracterizó por niveles normales de afecto, mientras el resto, el 6 por ciento (27), por niveles muy altos de afecto materno.
Cuando los expertos estudiaron los elementos específicos, observaron que aquellos que habían recibido más afecto materno durante ese periodo tuvieron niveles más bajos de ansiedad, hostilidad y angustia general.
Detectaron que hubo una diferencia de 7 puntos en los niveles de ansiedad entre aquellos cuyas madres habían mostrado niveles bajos o normales de afecto y aquellos cuyas madres habían mostrado altos niveles.
Además, hubo una diferencia de 3 puntos en las puntuaciones de hostilidad y de 5 puntos en el total de las puntuaciones de malestar general.
Este patrón mostró que en todos los diversos elementos de la lista de síntomas: “cuanto mayor es el calor de la madre, menor es el malestar de los adultos”.
Los autores del estudio concluyen así que las experiencias de vida muy tempranas pueden influir en la salud de la persona adulta y señalaron que “los niveles altos de afecto maternal puedan facilitar vínculos seguros”.
Según el estudio, este cariño no sólo rebaja la angustia sino que también puede permitir a un niño desarrollar habilidades sociales y para enfrentarse a determinadas situaciones características en la edad adulta.
El abundante afecto materno en la primera infancia aumenta las aptitudes para hacer frente a la vida de adultos, según un estudio publicado hoy por la Revista de Epidemiología y Salud Comunitaria en su edición de internet.
Según los expertos, las madres que inundan a sus hijos de cariño durante sus primeros años de vida, les preparan para hacer frente al estrés vital al que inevitablemente se enfrentarán de adultos.
A pesar del interés creciente en cómo afectan las primeras experiencias vitales en los adultos, los autores señalan que hasta ahora “la mayoría de estudios se han basado en el recuerdo” de los adultos sobre su infancia.
Los expertos basan sus conclusiones en 482 personas que formaron parte de un proyecto nacional de colaboración prenatal en Estados Unidos y la interacción con sus madres. Estas personas fueron evaluadas por psicólogos que realizaron exámenes rutinarias durante sus primeros ocho meses de vida.
Al final de cada sesión, los psicólogos analizaron cómo había actuado la madre y cómo había respondido el niño, y clasificaron las respuestas con descriptores que van desde “negativo” y “extravagantes”.
En estos 8 meses de evaluación, una de cada 10 interacciones (46) se caracterizaron por un bajo nivel de afecto materno en el niño.
La mayoría, el 85 por ciento (409), se caracterizó por niveles normales de afecto, mientras el resto, el 6 por ciento (27), por niveles muy altos de afecto materno.
Cuando los expertos estudiaron los elementos específicos, observaron que aquellos que habían recibido más afecto materno durante ese periodo tuvieron niveles más bajos de ansiedad, hostilidad y angustia general.
Detectaron que hubo una diferencia de 7 puntos en los niveles de ansiedad entre aquellos cuyas madres habían mostrado niveles bajos o normales de afecto y aquellos cuyas madres habían mostrado altos niveles.
Además, hubo una diferencia de 3 puntos en las puntuaciones de hostilidad y de 5 puntos en el total de las puntuaciones de malestar general.
Este patrón mostró que en todos los diversos elementos de la lista de síntomas: “cuanto mayor es el calor de la madre, menor es el malestar de los adultos”.
Los autores del estudio concluyen así que las experiencias de vida muy tempranas pueden influir en la salud de la persona adulta y señalaron que “los niveles altos de afecto maternal puedan facilitar vínculos seguros”.
Según el estudio, este cariño no sólo rebaja la angustia sino que también puede permitir a un niño desarrollar habilidades sociales y para enfrentarse a determinadas situaciones características en la edad adulta.
Fuente: EFE