La paciencia es el oponente del odio, el destructor más poderoso de la virtud. Sabemos por propia experiencia cuánto sufrimiento ocasiona el odio. Nos impide percibir las situaciones con claridad y nos hace actuar de manera lamentable. El odio destruye nuestra paz mental y perturba a los que nos rodean. Hasta nuestros amigos se alejan de nosotros cuando nos ven enfadados. El odio nos hace despreciar o insultar a nuestros propios padres y, cuando es muy intenso, nos puede conducir a matar a nuestros seres queridos o incluso al suicidio.
A menudo nos enfadamos por motivos insignificantes, como un comentario que tomamos a nivel personal, una conducta que nos resulta irritante o expectativas que no se cumplen. A partir de pequeños incidentes como estos, nuestro odio crea una elaborada fantasía exagerando el aspecto desagradable de la situación y proporcionándonos razonamientos para justificar nuestra decepción, ira o resentimiento. Nos hace hablar y actuar de manera perjudicial, ofendiendo a los demás y convirtiendo pequeñas dificultades en grandes problemas.
Si alguien nos preguntara: «¿Quién es el culpable de todas las guerras en las que mueren tantas personas?», deberíamos responder que son las mentes dominadas por el odio. Si los países estuvieran habitados por personas pacíficas, que apreciasen la paz, ¿cómo podrían estallar las guerras? El odio es el peor enemigo de los seres sintientes. Nos ha perjudicado en el pasado, lo hace en la actualidad y si no lo vencemos con la práctica de la paciencia, lo seguirá haciendo en el futuro. Shantideva dice:
«El enemigo del odio no tiene otra función que perjudicarme»
(del libro El voto del Bodhisatva de Gueshe Kelsang )
A menudo nos enfadamos por motivos insignificantes, como un comentario que tomamos a nivel personal, una conducta que nos resulta irritante o expectativas que no se cumplen. A partir de pequeños incidentes como estos, nuestro odio crea una elaborada fantasía exagerando el aspecto desagradable de la situación y proporcionándonos razonamientos para justificar nuestra decepción, ira o resentimiento. Nos hace hablar y actuar de manera perjudicial, ofendiendo a los demás y convirtiendo pequeñas dificultades en grandes problemas.
Si alguien nos preguntara: «¿Quién es el culpable de todas las guerras en las que mueren tantas personas?», deberíamos responder que son las mentes dominadas por el odio. Si los países estuvieran habitados por personas pacíficas, que apreciasen la paz, ¿cómo podrían estallar las guerras? El odio es el peor enemigo de los seres sintientes. Nos ha perjudicado en el pasado, lo hace en la actualidad y si no lo vencemos con la práctica de la paciencia, lo seguirá haciendo en el futuro. Shantideva dice:
«El enemigo del odio no tiene otra función que perjudicarme»
(del libro El voto del Bodhisatva de Gueshe Kelsang )