Por Frater O. J. Rankin
Muchas cosas que deberíamos llevar a cabo se quedan sin hacer porque “no tenemos tiempo”. Estamos tan ocupados “ganándonos la vida” que rara vez tenemos tiempo de leer un libro bueno, pero algunas personas con cierta frecuencia si encuentran tiempo para leer un libro malo.
Aquellos que consideran al tiempo como algo que hay que hallar y andan buscándolo, lo pierden por adelantado. Los hombres que mejor éxito han tenido en el mundo nunca han encontrado un solo tictac: siempre lo han hecho. Quien hace el tiempo tiene tiempo, además de conocer su valor. Cuando el tiempo que uno hace se invierte en el Banco de Trabajo y de Lo-que-Vale-la-Pena, los intereses se acumulan tan rápidamente como “el tiempo vuela” en el sentido usual..
¿Como podemos hacer tiempo? Una manera es seguir el ejemplo de un hombre de empresas próspero: acostarse una hora más tarde y levantarse una hora más temprano. Al cabo de un año los intereses de esta inversión son 730 horas, o sea un mes. Este tiempo hecho, teóricamente cada año sitúa a uno un mes por delante de los que no tienen tiempo o, en otras palabras: mientras uno que no tuvo tiempo completa doce meses de trabajo, el que hace su tiempo tiene trece, es decir gana un año entero cada doce años.
El tiempo es como la preocupación y otros estados falsos: mientras más pensamos en él, más lo ponemos en nuestra vida como un obstáculo, como algo opuesto a una vida armoniosa. En la era actual de materialismo el tiempo es un ladrón en retirada; el hombre, un policía persiguiéndolo siempre sin poder alcanzarlo nunca. Es una persecución sin tino, sin esperanza.
El tiempo no se encuentra ya hecho; es lo que hacemos de él. No hay dos personas para quien tenga la misma duración. Se alarga con la impaciencia y la indolencia, se acorta con la diligencia y el placer. Lo que vale no son tanto los minutos y horas, sino la manera de emplearlos.
Sea o no cierto que “el tiempo todo lo arregla”, si es seguro que “el tiempo borra las preocupaciones de los tóntos y la razón de los sabios”.
Muchas cosas que deberíamos llevar a cabo se quedan sin hacer porque “no tenemos tiempo”. Estamos tan ocupados “ganándonos la vida” que rara vez tenemos tiempo de leer un libro bueno, pero algunas personas con cierta frecuencia si encuentran tiempo para leer un libro malo.
Aquellos que consideran al tiempo como algo que hay que hallar y andan buscándolo, lo pierden por adelantado. Los hombres que mejor éxito han tenido en el mundo nunca han encontrado un solo tictac: siempre lo han hecho. Quien hace el tiempo tiene tiempo, además de conocer su valor. Cuando el tiempo que uno hace se invierte en el Banco de Trabajo y de Lo-que-Vale-la-Pena, los intereses se acumulan tan rápidamente como “el tiempo vuela” en el sentido usual..
¿Como podemos hacer tiempo? Una manera es seguir el ejemplo de un hombre de empresas próspero: acostarse una hora más tarde y levantarse una hora más temprano. Al cabo de un año los intereses de esta inversión son 730 horas, o sea un mes. Este tiempo hecho, teóricamente cada año sitúa a uno un mes por delante de los que no tienen tiempo o, en otras palabras: mientras uno que no tuvo tiempo completa doce meses de trabajo, el que hace su tiempo tiene trece, es decir gana un año entero cada doce años.
El tiempo es como la preocupación y otros estados falsos: mientras más pensamos en él, más lo ponemos en nuestra vida como un obstáculo, como algo opuesto a una vida armoniosa. En la era actual de materialismo el tiempo es un ladrón en retirada; el hombre, un policía persiguiéndolo siempre sin poder alcanzarlo nunca. Es una persecución sin tino, sin esperanza.
El tiempo no se encuentra ya hecho; es lo que hacemos de él. No hay dos personas para quien tenga la misma duración. Se alarga con la impaciencia y la indolencia, se acorta con la diligencia y el placer. Lo que vale no son tanto los minutos y horas, sino la manera de emplearlos.
Sea o no cierto que “el tiempo todo lo arregla”, si es seguro que “el tiempo borra las preocupaciones de los tóntos y la razón de los sabios”.
